domingo, 24 de marzo de 2013

Análisis "To The Moon", por Indieviduo.









Imagínate que eres un churrero. ¿Lo tienes en mente? Pues muy bien, ahora construye tu vida alrededor de esto: tus padres y tus abuelos sabían que seguirías los pasos que habían llevado a tus antepasados a tan noble posición y heredarías esa preciosa churrería familiar céntrica, situada en una esquina, frente a un parque lleno de boñigas de perro.


Pero entonces… ¡CONFLICTO! Con ya sesenta tacos y a punto de legar la piedra angular que ha constituido tu existencia terrestre a tus hijos descubres que no ansiabas ser churrero, sino una estrella del rock. ¿A estos años, y con el lumbago a punto de matarte, que vas a hacer, si no pagar a un par de cientificuchos para que se metan dentro de tu cabeza y manipulen tus recuerdos, a fin de que creas haber cumplido tu sueño, y así irte al otro barrio feliz y realizado? Pues bien, esta es la premisa del juego que hoy nos ocupa, “To The Moon”.


Desarrollado por Kan R. Gao, un canadiense que ejerce de compositor, escritor y diseñador del juego, “To The Moon” es una historia interactiva (con algunos toques de rol y aventuras) desarrollada con el RPG Maker XP, un software que sirve para crear J-RPGs, como su propio nombre indica, y fue producido por el estudio Freebird Games que está liderado… sí, por el bueno de Kan. Así que lo que nos atañe aquí hoy es un “juego de autor”, con el que tienes la certeza de que amarás u odiarás.






Bajo la premisa explicada más arriba, el juego nos pone en la piel de un grupo formado por dos científicos: la doctora Eva Rosalene, fría como el acero, muy profesional y quirúrgica (una doctora, vaya) y el doctor Neil Watts, el principal punto humorístico del juego, un científico chiflado, amante de la cultura geek y sensiblero a más no poder. Con este singular grupito nos dirigimos a la casa de Johnny, un enfermo terminal cuyo deseo es nada más ni nada menos que ir a la Luna. Así de claro, sin siquiera saber por qué lo desea con tantísimo fervor. Y ahí nuestra tarea, debemos viajar, al más puro estilo Memento, por los recuerdos de Johnny, desde su ancianidad hasta su infancia, para convencer de una manera u otra al pequeño de que se haga astronauta para que así el abuelito pueda morir en paz.


Con una historia y planteamiento así de originales se nos presenta el juego que, sin embargo, no presenta mucho más alicientes que ese: su guión. Pero es que este es tan endiabladamente bueno, tan emocionalmente diverso (desde la depresión más severa hasta algunos de los momentos más cómicos que recuerdo haber visto en un videojuego de éstas características) y, en líneas generales, tan asombroso y mágico, que es irresisistible aceptar la propuesta que nos brinda el juego. Como ya he comentado, el argumento es el pilar que sostiene el videojuego, y es que lo tiene todo: unos diálogos memorables (que son muy naturales, y están repletos de genialidad y referencias al mundo nerd de lo más variopintas), unos personajes para el recuerdo y un contenido sentimental que, he de admitir, me ha arrancado más de una lagrimilla, por lo íntima y personal que llega a ser la historia, cuajando en el jugador de una forma excelsa según el juego avanza.


Por otra parte, cabe comentar otras de sus virtudes: una banda sonora excelente, que aunque me gustó y me pareció muy acertada en ocasiones, no me parece tan magnánima como la gente dice, y un apartado artístico encomiable, con un gran trabajo de escenarios, personajes e items llamativo, personal y bastante más profundo de lo que puede parecer a simple vista en un juego de 16 bits.



Aunque claro, no todo lo que reluce es oro y me veo obligado a criticar un apartado tecnológico bastante flojo, que aunque a mí no me ha molestado en  absoluto, comprendo que a algunas personas (y más a éstas alturas de la generación) les pueda echar para atrás, pero para defender a Kan y su brillante jueguecín diré que es independiente y, por descontado, su presupuesto no es precisamente el de un triple A. Otro aspecto a criticar es el de la jugabilidad, que sí es algo más serio por tratar, ya que el trabajo en este apartado podría haber resultado mucho mejor, en vez del mismo repetitivo y muy básico patrón repetido durante las más o menos cuatro horas de duración de la aventura (con alguna variación ocasional en forma de minijuegos). Vale que el foco del producto no es este, pero… vamos, un poquito más de brío, porque si la historia no hubiera llegado a la altura de las expectativas podría haber resultado un fiasco.
Por suerte, no es así, ya que “To The Moon” me pareció una magnífica experiencia, rebosante de energía y emoción, que me enganchó desde el primer minuto (con un brillante comienzo, por cierto) hasta el final que, como ya he comentado, me sacó la rama sensiblera que habita dentro de mí. Así que, en conclusión… “To The Moon” ha llegado a la Luna. Y probablemente, llegue más allá.




“Con paso orgulloso y decidido caminó por las escaleras, un escalón tras otro, y posó su pie sobre el escenario. Encaró a la multitud, al público que,  vitoreando, aullaba su nombre, alzando los puños al cielo. Agarró la guitarra y tocó los primeros acordes de su canción estrella, mientras los presentes le aplaudían. Una lágrima recorrió su rostro. Lo había logrado. Ya no moriría como un vulgar churrero.”

Nota final:    9.
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