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Aunque suene a título de película en realidad es la historia de una catástrofe que ocurrió aquí cerca de casa hace 50 años.
Vivo a la ribera de un río, el río Besós. Es un río amable, diría que bonito, suelo ir a pasear por la hierba que crece junto a él a menudo y bajar hasta el delta que lo une al mar y ver las aves que anidan en los cañizos. Pero como todos los ríos hay momentos que el rumor del agua te cuenta sus tragedias, y aquí hubo una el 25 de septiembre de 1962.
Miles de familias vivían en casas y chabolas construidas en las riberas, la mayoría inmigrantes de otras regiones que habían emigrado a Cataluña atraídos por la industria floreciente de la zona. La desidia de los ayuntamientos en la planificación urbanística, imagino que debido al crecimiento cada vez mayor de los municipios había permitido que se instalaran barriadas en los cauces de los ríos, sin respetar las rieras naturales que la misma naturaleza crea como desahogo cuando hay crisis hidráulicas.
Ese otoño había una gota fría, fenómeno típico del Mediterráneo de ciclo irregular que hace que la climatología se desmadre y provoca lluvias intensas. Aquel martes hubo lluvias torrenciales en toda la provincia de Barcelona especialmente en la zona del Vallés, entre los ríos Llobregat y Ripoll afluente del Besós. La tierra empapada no pudo absorber tanta agua y el caudal de río aumentó, arrastrando basura, troncos y desperdicios desde la parte alta del río, lo que produjo un taponamiento de un puente a la altura de Terrassa, que hizo un efecto presa. A las diez de la noche la presión del agua cedió destrozando el puente y creando una gigantesca ola que se iba tragando todo lo que encontraba a su paso. En menos de media hora desaparecieron barriadas enteras de muchos municipios río abajo. Casas, coches, personas, muebles, calles, las voraces aguas arrasaban con todo. Apenas media hora fue la diferencia entre una feliz velada y la desolación.
Al día siguiente a pesar de que las inundaciones habían afectado toda la zona entre el Besós y el Llobregat, que las vías de tren y carreteras habían desaparecido, toda Barcelona se volcó de forma voluntaria a colaborar en las tareas de ayuda humanitaria. Niños, hombres, mujeres, ancianos, recogiendo mantas, ropas y artículos básicos para los damnificados, agua, comida. Otros recuperando cadáveres del lodo, otros intentando limpiar los caminos para hacerlos practicables. La radio que era el medio de comunicación de la época más inmediato, el equivalente a las actuales redes sociales,emprendió una campaña de ayuda a las víctimas, Radio Barcelona gracias a su campaña de difusión consiguió reunir 20 millones de pesetas. Aquí se puede escuchar la emisión de Radio Barcelona con Joaquín Soler Serrano
El gobierno de la dictadura se comprometió a construir nuevas casas para re-ubicar a los supervivientes y Franco visitó la zona preocupándose por la situación de las víctimas.
Pero como siempre pasa se acaban politizando las tragedias.Y la miseria y la corrupción política toman el protagonismo silencioso. Los damnificados fueron olvidados. Las ayudas recibidas de las donaciones de la población y de otros países para paliar los daños fueron enviados al Gobierno Central de Madrid para redistribuirlos y algunas no regresaron. Se dio prioridad a la industria para reactivarla, pero las personas se quedaron con su dolor y su pérdida empezando desde 0. Muchos de ellos nunca recibieron la casa prometida.
La mayoría de nosotros recordamos la tragedia del Camping Las Nieves en Biescas. Pues multiplicad por 5.
Este es mi homenaje a todos aquellos que vinieron a buscar una vida mejor y el agua se la llevó.Que no se pierda en el olvido.
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