9 de diciembre de 2013.
Si estás leyendo estas palabras, es
que acabo de realizar el primer viaje en el tiempo en la historia de la
Humanidad. Supongo que no me creerás, pero deberías hacerlo, pues nuestro
devenir depende de ello. Y aunque suene raro, semejante hazaña no se ha
perpetrado en un laboratorio de última tecnología en Suiza, sino que ha sido
posible en la intimidad de mi cuarto. Y aunque te parezca increíble, no
necesitas un personal entre el que cuenten las mentes más brillantes del mundo,
porque logré hacerlo yo solo. Evitaré los detalles del exitoso experimento,
pues he de suponer que no tienes los conocimientos de física e ingeniería
necesarios para entender un descubrimiento de tales magnitudes, e iré
directamente al grano:
El sábado 7 de diciembre de 2013, cerca de las 18:30, pulsé el botón que dio comienzo a todo. Totalmente ajeno a las posibles consecuencias, me sumergí en una odisea de líneas paralelas que se trenzaban y dividían a su antojo. Vi fugaces imágenes, tuve emociones sempiternas, sentí la Relatividad fluyendo por mis venas. Y tras un centenar de miles de destellos que duraron durante eternas milésimas de segundo, me encontré a mí mismo con una considerable jaqueca en la misma habitación. Todo parecía normal, pero mis vestimentas eran diferentes a las que portaba cuando pulsé el botón. Y cuando revisé la fecha (seguían siendo las seis y media), me encontré con que estábamos a día 9 de diciembre de 2013. Así es, había viajado en el tiempo. Hacia el futuro.
Tal vez no puedo discernir con
claridad lo que vi durante aquél viaje. Aunque apenas durara unos segundos, he
de decir que mientras estaba inmerso en él pude sentir que estaba burlando al
tiempo, que este no se me escurría entre los dedos, si no que era dueño de la
duración de mis propios momentos. Una vana ilusión, pero que me proporcionó una
risa de satisfacción mientras las imágenes aparecían ante mi mirada, hablando
de un chico con delirios de grandeza que sueña con construir una máquina del
tiempo. Qué tontería.
Mientras complejas elucubraciones
sobre paradojas y saltos en el tiempo acontecían, un tipo de ciencia cien veces
más complicada de predecir entraba en acción con sus propias leyes y
contradicciones: la que habita dentro del corazón, del alma de un ser humano;
la que le hace pensar lo que piensa, sentir lo que siente, la que saca a
relucir los más noble y lo más cochambroso de nosotros mismos. Y mientras la
primera me mantenía reflexivo constantemente, la segunda me conmovía; y
entraban en conflicto esas dos partes de uno mismo que siempre coexisten: la
ciencia y el alma, la que da explicaciones coherentes de por qué existimos, y
la que pone sobre la mesa para qué existimos.
Como dos partes de un corazón que de
cualquier otra manera está roto, como piezas del rompecabezas de la vida que de
ninguna otra manera podría estar completo, unidas son invencibles, y rompen
barreras, atraviesan puertas, viajan a través del espacio y el tiempo en una
manera que burla toda ley física. Sí, el viaje en el tiempo es posible. Sí, yo
lo he hecho. Y os traigo un mensaje: vosotros también sois capaces de hacerlo.
Solo tenéis que ver Steins;Gate, y encontraros con una serie que difícilmente
deja indiferente, que une las partes más científicas y filosóficas del alma, y
que, en definitiva, hace posible algo ¿tan? Descabellado como viajar en el
tiempo.
Nota: 9,5
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