Vamos
a ser honestos: 2015 no lo ha tenido nada fácil. Tomar el relevo de un año que
nos brindó éxitos de crítica tan rotundos como Magical Girl, Birdman o Boyhood - y otros en los que no
concuerdo tanto; a saber: Mommy, Whiplash o Interstellar - no es precisamente un paseo por el parque. Sin embargo, si de evaluar se tratase, el presente año ha progresado adecuadamente: aunque no se han alcanzado las cotas de genialidad de 2014, la variedad ofertada
ha sido bastante notable, y se han podido vislumbrar atisbos de brillantez aquí
y allá.
Negociador, de Borja Cobeaga, es una de las películas más injustamente olvidadas del año pasado (incluso por un servidor); también es la demostración de que hacer una comedia de calidad en España sigue siendo posible
He
decidido prescindir de la rígida estructura del top; en vez de eso, he hecho un
breve resumen de lo que ha sido el año, repasando a algunas de las mejores
películas del año y destacando tres, sobre las que me he explayado un poco más.
Cabe destacar que estas tres películas no tienen por qué ser mi elección de las
mejores del año, si no las que me parece que resultan más interesantes y
jugosas a la hora de ser analizada.
Es
menester, pues, comenzar nombrando la gran olvidada en este artículo. Hablamos
de El club, del chileno Pablo Larraín,
la que paradójicamente tiene todas las papeletas de ser la película del año. Un
inquietante caleidoscopio digno del mejor Pasolini, una
sátira mordaz que impacta y provoca risas incómodas a partes iguales, que, no obstante, resulta
demasiado compleja de analizar tan brevemente.
También me gustaría recordar algunas de las propuestas más interesantes que nos ha ofrecido la acción de tintes retro en los últimos tiempos: si el año pasado consideraba que The Raid 2 era una magnífica demostración de que se podía hacer una película de acción seria, el retorno de la saga Mad Max con la divertidísima Fury Road deja ver que el contrapunto más desenfadado del género también goza de buena salud; sin embargo, todos sabéis que es otra "furia" la que ha hecho vibrar todos nuestros monitores este año. No hay nada que pueda decir sobre Kung Fury que no se haya dicho ya: con un sentido del humor intachable y un apartado artístico verdaderamente prodigioso, este pastiche ochentero es el mediometraje que más internautas ha conquistado este 2015.
El Club sitúa a Pablo Larraín en el panorama hispanoamericano como
una voz mordaz, virtuosa y turbadora
También me gustaría recordar algunas de las propuestas más interesantes que nos ha ofrecido la acción de tintes retro en los últimos tiempos: si el año pasado consideraba que The Raid 2 era una magnífica demostración de que se podía hacer una película de acción seria, el retorno de la saga Mad Max con la divertidísima Fury Road deja ver que el contrapunto más desenfadado del género también goza de buena salud; sin embargo, todos sabéis que es otra "furia" la que ha hecho vibrar todos nuestros monitores este año. No hay nada que pueda decir sobre Kung Fury que no se haya dicho ya: con un sentido del humor intachable y un apartado artístico verdaderamente prodigioso, este pastiche ochentero es el mediometraje que más internautas ha conquistado este 2015.
Las
últimas películas de las que me gustaría hablar antes de comenzar con el
análisis más minucioso son Truman,
una comedia dramática poco arriesgada pero muy efectiva que nos ofrece el mejor
Darín que se ha visto nunca - y eso que entre sus producciones españolas y las
argentinas le tenemos MUY visto -; ese tándem de la animación a caballo entre
padres e hijos que conforman Del Revés y
El chico y la bestia, el terror
retorcido, ingenioso y endiabladamente estimulante de Shyamalan en La Visita; o la odisea neo-noir con aires a El gran Lebowski que P.T. Anderson ha
firmado con su más que notable Puro Vicio.
Shyamalan firma con La visita su mejor película desde El bosque: un film auto-referencial en juego constante con el espectador
Sin embargo, con todo el respeto que me merecen todas y cada una de las películas nombradas hasta ahora, estas no son las propuestas más interesantes del año. Y es que, si en algo puede rivalizar 2015 con su predecesor, es a la hora de ofrecer espectáculos que tienen algo de dantesco o de inquietante, pero que resultan de una originalidad inusitada.
3. TUSK
El
primero de esos espectáculos es la nueva película del outsider que ha dirigido joyitas como Clerks o Red State: Kevin
Smith. Se dijo de él que, mientras escribía su anterior película, cuando
llegaba a un punto en que sabía qué iba a venir a continuación, partía de cero
y comenzaba a escribir desde un punto diferente. Lo inesperado parece cobrar
cada vez más fuerza en el cine del de Nueva Jersey, y es por eso que
en este análisis no voy a dar ningún detalle argumental acerca del film.
Recomiendo encarecidamente al lector que no se informe demasiado acerca de Tusk si le interesa verla - incluso el
tráiler revela demasiado para mi gusto -, pues es una película que se basa, en
gran parte, en lo tremendamente impactante de su premisa, que consigue aunar lo
absurdo con lo perturbador, y que alcanza cotas de surrealismo jamás vistas en
Occidente desde la era dorada Cronenberg.
2. ANOMALISA
Charlie
Kaufman es un individuo peculiar. La manera que tiene de plasmar el mundo que
le rodea en sus guiones - y desde hace relativamente poco, en sus films - puede
que sea, exceptuando algún film de Woody Allen, lo más cerca que ha estado el mainstream
americano del posmodernismo cinematográfico. El escritor de guiones tan brillantes como ¡Olvídate de mí! o Adaptation, y realizador de Synecdoche, New York (film extraño,
complejo y deprimente dónde los haya) nos sorprende esta vez con una película
de animación que, si bien menos ambiciosa que sus trabajos pasados, conserva
intacto el afán por sorprender y extrañar al espectador y goza de una
sensibilidad especial - tanto en sus puntos cómicos como en los dramáticos -.
La ambientación resulta completamente atrapante, los diálogos están llenos de
chispa y naturalidad, el sentido del humor es a la misma vez retorcido y nada
cínico... poco se le puede achacar a Anomalisa,
excepto un final algo precipitado que choca con lo pausado y meditativo de la
primera parte. Atención, espectadores: estamos ante la escena de cama más
memorable del año, sin duda alguna.
1. LANGOSTA (THE LOBSTER)
Para aquellos que no estén
familiarizados con la obra del cineasta griego Yorgos Lanthimos, hay que
aclarar que sus films son extrañamiento conceptual, sátira negrísima y seca, y
una atención casi obsesiva al encuadre en todo momento. Un servidor es un fan
acérrimo de ese ensayo meta referencial heredero de Foucault que es Canino, por lo que no puede ser demasiado objetivo con Langosta. Lanthimos no siente vergüenza ninguna al reutilizar todos
los recursos que le funcionaron en el pasado otra vez, lo que ha dividido la
crítica nacional. Sin embargo, a pesar de la desfachatez del griego, hay que
decir que la jugada le sale perfecta: aunque aquí su tesis resulta más diáfana
y menos profunda que aquella en Canino, su sentido del humor heredero de Kaurismaki sigue siendo
tan cruel e ingenioso como siempre. La fotografía mantiene las cotas de
excelencia de su predecesora, abandonando sin embargo su minimalismo para
apostar por un enfoque mastodóntico con ecos a Peter Greenaway o Stanley
Kubrick que le sienta de fábula - a destacar algunas secuencias a cámara lenta
que resultan una absoluta delicia audiovisual -. Es quizá en este enfoque más
ambicioso donde, sin que Lanthimos cometa ningún error, no consigo empatizar
como con otras obras suyas: le ocurre un poco como a Tarantino, que cuando
demostró que podía hacer una obra maestra con un hangar abandonado, cinco
actores principales y un macguffin como una casa, todo le quedaba
demasiado grande.